¿Usas lavanda para relajar a tu perro y no funciona? Esto es lo que pasa…

La lavanda es uno de los aceites esenciales más conocidos por sus propiedades relajantes.

Muchas personas la usan con la intención de ayudar a sus perros a calmarse en momentos de estrés, miedo o ansiedad. Sin embargo, algo que ocurre con frecuencia es que… no funciona.

¿Te ha pasado pasado alguna vez?  ¿Has puesto lavanda, o cualquier otro tipo de aceite esencial  en el difusor o los has acercado a tu perro y has notado que no hay ningún cambio?

¿O incluso que parece estar más incómodo que antes?

Desde la zoofarmacognosis aplicada, esta reacción tiene una explicación muy clara. Y nos invita a cambiar por completo la forma en que usamos los aceites esenciales con los animales.

Cada organismo sabe lo que necesita

y tu perro no es una excepción! Una de las bases de la zoofarmacognosis aplicada es respetar su capacidad de saber reconocer lo que necesita.

Los animales que viven en libertad buscan en su entorno las sustancias que su cuerpo necesita.

Y nuestros animales de compañía han guardado esta misma capacidad.

Cuando un perro huele una sustancia aromática como el aceite esencial de lavanda, su organismo hace una lectura instantánea:

• ¿Esta molécula es afín a mi estado actual?
  

• ¿Me ayuda a regularme, equilibrarme o sanar?
  

• ¿O por el contrario, me resulta indiferente o incluso tóxico?

Si el cuerpo del animal no la reconoce como útil en ese momento, la rechazará. Y eso está bien. Es una respuesta completamente natural.

¿Qué pasa si le obligamos a inhalarla?

Aquí es donde muchas veces se comete un error, aunque con la mejor de las intenciones. Si al ver que no responde a la lavanda decidimos encender un difusor en una habitación cerrada, o aplicar el aceite cerca de su cuerpo, estamos forzando la exposición a una sustancia que su cuerpo ha rechazado o reconocido como algo tóxico.

Esto puede tener varias consecuencias:

• De la misma manera que nosotros podemos ponernos nervioso al tener que interactuar o hacer algo en contra de nuestra voluntad, también al perro le puede generar malestar.

• Un perro nunca interactuará con una sustancia aromática si no la necesita. Su instinto le dice que hacerlo podría generar una sobrecarga para su organismo. Cuando las moléculas no son afines a su estado físico o emocional, el cuerpo las percibe como algo que debe gestionar y eliminar… y eso supone un esfuerzo extra que, lejos de ayudar, puede desequilibrarlo aún más.

• Y si exponemos al animal en contra de su voluntad, incluso un aceite tan común como la lavanda puede llegar a tener un efecto tóxico.

Es decir, el cuerpo tiene que trabajar más para deshacerse de algo que, en realidad, no le está ayudando. Todo lo contrario de lo que queremos.

¿Y entonces, qué hacemos?

La clave está en respetar el instinto del animal.

En vez de imponer, aprender a ofrecer. Y en vez de suponer lo que es bueno para el perro, observar su respuesta. 

Puedes probar esto la próxima vez:

1. Abre el frasco de lavanda y acércalo suavemente a tu perro, sin tocarlo ni forzarlo.

2. Observa su reacción.

   • ¿Se acerca? ¿Inhala con interés? ¿Se queda cerca? ➝ Es una señal de aceptación.

   • ¿Se aleja? ¿Gira la cabeza? ¿Bosteza o se rasca? ➝ Es un “no, gracias”.

¿Quiere decir esto que no puede beneficiarse de los aceites esenciales?

¡Por supuesto que sí! Los aceites esenciales pueden ser una herramienta maravillosa para apoyar su bienestar físico y emocional.
Y la naturaleza, que es profundamente sabia, nos ofrece más de una opción con efectos relajantes: vetiver, manzanilla romana, sándalo… son solo algunos ejemplos.

Pero aquí está la clave:
usar aceites esenciales con animales no debería —ni puede— basarse en recetas universales.
Cada perro es único, y lo que funciona para uno, puede ser completamente contradictorio para otro.

¿No es increíble poder confiar en su instinto innato y ofrecerle justo lo que necesita?
Todo empieza con la escucha y el respeto por su sabiduría natural.